Todas las conquistas para combatir la discriminación en nuestro país “llevan el sello” de gobiernos populares y peronistas. Desde la sanción de la Ley Antidiscriminatoria en 1988 (Ley 23.592) y la reforma constitucional de 1994 que elba a rango constitucional de Convención Internacional sobre la eliminación de todas formas de discriminación racial; hasta las más recientes sanciones de las leyes de Matrimonio Igualitario y la de Identidad de Género; o la presente sanción de la Ley Nacional de Cupo Laboral Trans. Sin embargo, de la ley a la realidad hay un largo camino de cambio cultural que recorrer, para que los derechos consagrados sean derechos efectivos. Es por eso la importancia de las fechas conmemorativas que nos hacen posible renovar una y otra vez los pactos sociales para hacer efectivamente “vivibles” las conquistas.

Desde hace una década con la aceleración cultural producida por las tecnología de la información, el mes de junio se convierte en escenario de reivindicaciones mundiales por la no discriminación y la inclusión, a partir de luchas por derechos e igualdad sostenidas a nivel planetario por movimientos sociales de diversidades sexo – afectivas; los que se ligaron más recientemente a movimientos de mujeres y hace menos tiempo aún, a movimientos de varones que han podido comprender la nociva presión que el patriarcado como sistema de producción y reproducción, les impone en sus vidas.

Cincuenta años pasaron desde los disturbios de Stonewall. Un bar en Nueva York donde ocurrieron una serie de manifestaciones espontáneas y violentas contra una redada policial que tuvo lugar en la madrugada del 28 de junio de 1969. Marca de memoria mundial de la primera ocasión, en la historia de Estados Unidos, en la que la comunidad LGBT luchó contra un sistema que perseguía a los homosexuales con el beneplácito del gobierno. Era el comienzo del movimiento moderno pro-derechos LGTB en Estados Unidos y en todo el mundo.

La conmemoración de los hechos de Stonewall se convirtió en un hito mundial que hoy día entreteje la apuesta de organizaciones y Estados para alzar las voces contra todas las formas de discriminación, no solo las ancladas en las sexualidades.

Es por eso por lo que desde nuestros espacios plurales de acción política e incidencia en nuestras comunidades;  manifestamos la importancia institucional de continuar trabajando incesantemente para evitar que se creen y difundan estereotipos de cualquier grupo humano por características imaginarias o reales, sean del tipo que fueran, positivas o negativas; ya sea que se vinculen a características innatas o adquiridas.

Advertimos que las prácticas sociales discriminatorias no se explican por ninguna característica que posea la víctima de dichas prácticas, sino por las del grupo social, comunidad o Estado que lleva a cabo el proceso de discriminación. Porque se trata de una posición ética y teórica fundamental para no caer en ningún tipo de esencialismo cientificista.

E instamos a continuar siempre trabajando desde el lugar de cada uno, en contra del racismo, la pobreza y la exclusión social; y repensando constantemente los modos en que se establece y reformula la relación entre el Estado y la sociedad en el momento histórico que nos toque vivir.

Una sociedad que practica la discriminación y la desigualdad en el tratamiento de las personas no solo es injusta, sino que pierde su potencial de desarrollo; porque la alteridad del otro es precisamente la posibilidad de enriquecimiento, supervivencia y transformación más importante que posee la humanidad. Por lo que combatir la discriminación; es un compromiso del Estado y de los Partidos junto al sector privado y las instituciones todas.