DOCENTES E INVESTIGADORXS CONTRA LA MILITARIZACIÓN EN ECUADOR

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Creada
6 de abril de 2024
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Por qué es importante esta petición

Como docentes e investigadorxs de universidades de Ecuador, rechazamos y nos declaramos comprometidxs con las consecuencias que está teniendo el proceso de militarización resultado de la declaratoria de “conflicto armado interno”, del gobierno de Daniel Noboa, emitida el 9 de enero de 2024. 

Este proceso, que buscaría contrarrestar la violencia delincuencial rebautizada como “terrorista”, está generando más violencia de la que pretende combatir.

Aquí, algunos de sus efectos:

1. Violación de derechos humanos contra jóvenes negros, automáticamente considerados como delincuentes por su color de piel. Esto normaliza la discriminación y persecución racista, al tiempo que oculta las condiciones de miseria, abandono y violencia a las que se somete a la población negra, especialmente en la provincia de Esmeraldas.

2. Violación de derechos humanos contra personas privadas de la libertad, que están siendo torturadas en las prisiones (golpizas indiscriminadas, falta de alimentos y ropa, condiciones higiénicas y de descanso) por parte de las fuerzas de seguridad, igual que sus familias están siendo torturadas psicológicamente con la ausencia y desaparición de sus seres queridos. Deshumanizar a las personas privadas de libertad, supuestamente bajo la protección del Estado, sometiéndolas a humillaciones normalizadas, como sucede en países como El Salvador, implica deshumanizar a todas las personas. La sociedad se torna insensible y por tanto cómplice de la barbarie.

3. El traspaso del poder a los militares está produciendo abusos propios de regímenes dictatoriales (falsos positivos, ejecuciones extrajudiciales, suspensión de garantías jurídicas de todo tipo). Los militares están entrenados para combatir al enemigo y actuar en escenarios bélicos. Tienen el monopolio de la violencia del Estado y su lógica de actuación se dirige a someter y aniquilar al otro. Insistimos, sin embargo, en que esto que sucede en nuestro país y otros países de la región no es una guerra. Es la expansión de una lucrativa red económica y política transnacional de la que también participan grandes grupos económicos y actores estatales, particularmente, militares y policiales, como demuestran casos como Gran Padrino, Metástasis o Purga.

4. Los gastos de la “guerra” corren por cuenta de la población como verifican las leyes económicas que están siendo aprobadas. Esto agrava la crisis socioeconómica que nos afecta y que es, en realidad, lo que empuja a muchxs jóvenes de sectores populares hacia la delincuencia ante la falta de opciones. A la ciudadanía se le obliga a financiar la “guerra”, mientras las élites se lucran con lo que sucede y ganan países y territorios como zona de influencia política, comercial y extractiva.

5. La “guerra” y la militarización no están solucionando nada. Las bandas se repliegan a zonas menos pobladas y visibles donde se producen extorsiones, despojo de tierras, amenazas. Se reorganizan mientras quienes mueven el negocio desde arriba recomponen las operaciones que producen altos beneficios y los de abajo buscan cómo sobrevivir.

6. Esta erosión de derechos humanos y el aplauso a la militarización va a instalar o profundizar una nueva forma de hacer política de mano dura que quedará, y que estructura el estado de excepción como forma de gobierno. El resultado es la violencia contra todxs, incluidxs luchadorxs sociales, pueblos indígenas, negros y afrodescendientes, poblaciones migrantes, personas desposeídas, defensorxs. La política autoritaria y antidemocrática se normaliza y normaliza la erosión de derechos.

7. En otra expresión de la militarización, vemos con alarma el ingreso de contingentes militares y policiales a comunidades donde hay megaextracción minera. Las fuerzas represivas son las encargadas de asegurar los compromisos contraídos por el gobierno con transnacionales mineras y están presentes mientras se hacen pseudoconsultas ambientales bajo coacción. Las Pampas y Palo Quemado nos muestran hoy el terror que se ha instalado en comunidades de resistencia antiminera o que deben convivir con el extractivismo. 

Es preocupante que mucha gente piense que la militarización del país es la solución. ¿Solución a qué? Si bien para algunos podría parecer que esos procederes proporcionan cierta “paz” inmediata, las consecuencias a mediano y largo plazo serán peores. Ni la militarización ni el despliegue securitista afrontan las condiciones de empobrecimiento y falta de recursos que empujan a muchxs jóvenes a convertirse en mano de obra desechable para las redes globales del capitalismo criminal.

El racismo social y de Estado nos duelen y nos conciernen. La militarización de Ecuador nos concierne. La denuncia social de jóvenes, familias y población permanentemente amenazadas por la discriminación, la xenofobia, el desplazamiento forzado, el extractivismo creciente dentro del país, la migración con riesgo de muerte, nos conciernen. Son reclamos sociales que deben hacerse a la academia y una tarea que tomamos lxs académicxs comprometidxs con la realidad del país y la producción de conocimientos para construir una sociedad más justa.

Declaramos nuestro compromiso con la paz y con la búsqueda de alternativas sociales y políticas para enfrentar la violencia. Afirmamos la necesidad de producir una crítica sistemática a las tramas y narrativas oficiales que estructuran, para su beneficio, una continuidad entre lo lícito y lo ilícito donde las economías criminales son parte de las economías legales conducidas por las élites. Denunciamos la política racista, clasista, patriarcal y xenófoba en la que se basa la militarización de nuestras sociedades. 

Desde la educación, afirmamos la necesidad de convocarnos para abrir otras vías, para crear culturas de coexistencia basadas en el conocimiento y prácticas de vida plurales, así como una educación para la vida digna para todas las personas y los seres no humanos. Necesitamos volver a tejernos socialmente, rescatar las prácticas de pueblos, naciones y comunidades en resistencia en el país que están forjando ahora mismo alternativas de vida, lo cual nos demuestra que, además de deseable, es posible. 

¡PARA LA GUERRA NADA!

 

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